lunes, 29 de octubre de 2007

Teoría y práctica son correlativos. Por Fernando Hernández López

La labor de enseñar ya no se concreta en transmitir conocimientos, en repetir modelos y reproducir mecánicas paradigmáticas de otros tiempos; significa hoy, un concepto integrador de valores, operados conscientemente con el emblema pedagógico de una dialéctica de saberes lógicos, cuyo consorcio se encuentre asociado con una metodología propia y se guíe, en todo momento, con la inspiración epistemológica de una filosofía aliada a la formación humana.
Para lograrlo, el maestro deberá saber y saber hacer, binomio inseparable que define el más claro sentido de la función docente sobre el marco de su categoría profesional. El primero le dá confianza intelectual, el segundo, seguridad en su enseñanza. Entre ambos se gesta el embrión y producto de su propio destino, cuyo alimento estará apropiado por la ciencia y el arte de enseñar.
Ya Mantovani lo decía: "Teoría y práctica son correlativos, pero ésta tiene sentido cuando la esclarece un pensamiento crítico y fundamentado".
Bajo una reflexión honesta y análisis de la prática, para tí novel estudiante y también para el experto maestro, ¿en cuál de las categorías piensas que existe una debilidad o deficiencia? O ¿realmente profesas esta relación (teoría y práctica) con la certeza de las nociones actuales y procesos globalizantes de nuestro tiempo?
Autorreflexiona y contesta.

sábado, 27 de octubre de 2007

La figura histórica: ¿retórica del pasado o ejemplar conciencia educadora? Por Fernando Hernández López

El presente es un año para resaltar la figura de Vasconcelos por el dedicado amor que tuvo para la patria y la firmeza de sus principios de libertad depositados en su servicio. Sobre el campo de la educación, sostuvo siempre que ésta era el principal instrumento libertador del pueblo, que a letra dijo: "la educación libera de la ignorancia a un país", posición que defendió con intelectualidad constatnte en todos los ámbitos de su ejercicio profesional.
Oaxaqueña de origen, José Vasconcelos hizo realidad sus sueños literarios con pasión inmensa desde el propio ángulo de su personal ideología, apropiándose del erario cultural del mexicano y el carácter sociohistórico de todos los latinoamericanos, en un afán de recuperar la identidad nacional y redefinir una filosofía que sostuviera el proyecto educativo de nuestro pueblo.
Polìtico, historiador y filósofo, tres habilidades que supo combinar a favor de sus propósitos y con hostetidad completa.
La teoría pedagógica de Vasconcelos está enmarcada por un proyecto de hombre y de sociedad, y sobre su práctica se siente una filosofía, un concepto de vida y anhelo de esperanza, donde pone en juego el espírito esteta y sentimental de su raza iberoamercana, hecho de luz, de luz, de sol y de colores, de misterio y de abismo, de honda emoción y de audaz aventura, creando un sistema enmarcado bajo el aroma de un poema combinado. Para él, la raza cósmica es la resultante de una superación de estirpes, hecha con tesoros de todas las razas anteriores, visión coneptual que le dió origen al lema que enalteciera a la máxima casa de estudios de la nación: "Por mi raza hablará el espíritu".
El anhelo supremo de Vasconcelos siempre estuvo ligado al deseo inminente por reconquistar la tradición cultural de la debemos sentirnos orgullosos, principio abundante que debe permanecer en la práctca social y cultural de todos nuestras acciones.
Esta es tan sola una parte pequeña de su prolìfera vida; en otro momento contaré otro fructífero producto de este gran personaje, donde lo importante radica en su efecto social y beneficio para la cultural.
Que su obra no quede en el baúl de los recuerdos como un pasado histórico sin resultados; que sus ideas, principios y propuestas, pasen a ser un pilar sustentable para los proyectos educativos de nuestro retador tiempo, sobretodo para la renovada visión intercultural de los programas y las formas de intervención social en los diversos proyectos de desarrollo integral.
¿Estás de acuerdo? ¿O estas historias solo deben ser un recuerdo del pasado?
Para tí noble maestro: si tienes otro concepto, es importante que lo externes para reestructurar los esquemas prospectivos del sistema y contenido de nuestra educación. Participa como actor, no como receptor, porque eres también parte de la historia y protagonista enzimático de la cultura.

jueves, 25 de octubre de 2007

Pluralismo de la formación docente - Por Fernando Hernández López

La docencia es la profesión de mayor compromiso con la cultura universal, con la sociedad y el progreso de la humanidad, sobre todo cuando se trata de vislumbrar su función bajo el diseño prospectivo del progreso educativo, que mira al futuro con el ánimo de superar las contingenias y participar en los proyectos civilzadores de nuestro exigente tiempo.
La formación docente, bajo esta perspectiva, requiere entonces de una preparación global de adecuaciones sobre el actual conocimiento de la ciencia y el avance tecnológico de los sistemas computacionales, sin omitir desde luego, la nutriente experiencia del pasado histórico y el acercamiento a la realidad viviente del ser humano (por su naturaleza y poderes corporales y cognitivos multivariados), situación que obliga al currículum formal, estructurar un conjunto adosado de principios cuya dirección propicie la construcción y el fortalecimiento de una práctica docente que pregone, como oficio dominante, el ejercicio profesional de la enseñanza.
El aporte de una visión pedagógica sobre esta "construcción", redefine a su vez el sentido valoral del quehacer docente, a partir de los cambios y transformaciones sociales (políticas, economías, educación, producción, etc.) y el desafío del futuro incierto de las naciones, factores que influyen de manera decisiva, en la organización de los sistemas educativos de cualquier país y gobierno.
Bajo este panorama, es importante retomar los siguientes aspectos, si deseamos propiciar la mejor (o por lo menos, la más cercana a la ideal) formación docente entre los estudiantes que aspiran a esta noble labor.
1. Revisión y renovación de la estructura curricular, de acuerdo a la transformación sociocultural de nuestro tiempo.
2. Educación permanente, como requisito y hábito intelectual entre los maestros.
3. Reestructuración del sistema escolar, paralelo a las necesidades sociales.
4. Reflexión crítica de la práctica docente, desde la misma conciencia de los maestros, para diluir defectos y reestablecer esquermas.
5. Apeturar espacios de intervención para los docentes, para aprovehar su experiencia y alimentar los proyectos de mejoramiento profesional.
Si te parecen pocas estas referencias, agrega otras, pero lo importante es participar en ellas desde el ámbito mismo de tu labor y con el ánimo lleno de esperanzas. Recuerda, la utopia se borra en el momento que te decidas a colaborar productivamente.

miércoles, 17 de octubre de 2007

La competencia profesional anhelada Por Fernando Hernández Lopez

Docente es quien ejerce la enseñanza como función principal, dicen Debesse y Mialaret (1980), acción donde no hay equívocos en su escena ni en la dirección de sus propósitos. La enseñanza, en el sentido más firme por perpetuar la cultura de la humanidad, guarda un significado mayor sobre cualquier otra actividad profesional, porque conserva el valor del espíritu humano en pro de la expresión benéfica de la ciencia y el delicioso placer del arte creado para la conciencia misma de las generaciones sociales.
Bajo esta perspectiva, es importante señalar que el trabajo docente no consiste tan solo en transmitir información, ni siquiera conocimientos, sino en presentarlos en forma de problemáticas situaciones, y situándolos en un contexto donde el alumno pueda establecer el nexo entre su solución y otros interrogantes de mayor alcance. Este es un llamado de reflexión para quienes piensan que ser docente se limita a replicar conocimientos o aplicar calificaciones únicamente.
El ejercicio de la profesión docente exige, desde este marco de referencia, un doble compromiso con las generaciones humanas que atiende: en primer término y sustancialmente el más importante, se refiere al saber universal del mundo que le rodea, el saber sólido de lo que va a enseñar, el saber de la ciencia, el arte y la tecnología, sin pretender hacer del maestro el sabio que todo lo resuelve. Se trata de un saber cultural que implique las bases responsables de lo que se dice y sostiene con seguridad cuando se hable. El segundo requisito se consagra en el saber hacer, en saber realizar las tareas concretas de la enseñanza bajo el marco de los principios didáctivcos y el conocimiento integrado del complejo desarrollo humano, habilidad que se irá mejorando con la práctica docente y los beneficios de la experiencia derivada de ella.
El saber y el saber hacer constituyen per se, la fórmula esperada para lograr un trabajo profesionalmente eficiente en los términos de sus propios propósitos.
Este es uno de los pilares fundamentales para construir y fortalecer la competencia profesional anhelada en la vida de los maestros, base que servirá para valorar, en proyectos sucecivos de superación, el "saber educar" y el "saber enseñar" como parte de un proyecto continuo de mejoramiento profesional.
Ser maestro requiere, por lo tanto, de una formación completa en el ámbito de la cultura, de un saber pedagógico y de un dominio didáctico, como elementos integradores de un sólo compromiso interno y de servicio social, donde el principio filosófico del bien humano impere en todo momento, para construir un proyecto prospectivo que conduzca a renovar los modelos de vida personal y colectiva.
La competencia profesional del docente está ligada, entonces, al compromiso y acción por la docencia, al estudio y responsabilidad de la enseñanza, y al servicio y bien humano de la sociedad; binomios motores que desde su propia plataforma, guiarán la conciencia del maestro para hacer de su profesión una práctica categórica y fundamentada.

lunes, 15 de octubre de 2007

Para ser maestro. Por Fernando Hernández López

Maestro no es el que expresa el discurso literario de la ciencia, ni el que escribe poéticamente sobre el pizarrón, el que reza textualmente los aparatos y sistemas del cuerpo humano, o el que impone una disciplina vertical para que sus alumnos siguan, "obedientemente", sus indicaciones. Ser maestro significa adoptar el mayor compromiso que tiene el hombre para sí y para los demás en el marco de una formación cultural, y por esencia, humana. Por esta naturaleza sui géneris, la labor de enseñar implica, un sentido claro de servicio y ayuda, de amor y comprensión, donde la interdisciplinariedad del conocimiento para el educando y el dominio de los principios rectores de la pedagogía, constituyen la plataforma sustentable de un trabajo centrado en los valores retomados para la construcción de un "modelo de hombre", cuyo destino enfrente con seguridad y aplomo las vicisitudes de su entorno, y se integra al mismo tiempo como elemento activo de un proyecto social y productivo. ¿Tarea fácil o paradigma utópico? ¿Sueños de un ideal o retador proyecto? Con cualquiera de tus respuestas, el compromiso del maestro está inmerso desde el principio mismo de su formación, porque su función como docente, anuncia su participación social en todos sus momentos bajo el abrigo sutil de la cultura. Ser maestro, entonces, representa la mayor responsabilidad de las conciencias profesionales, de los proyectos humanos y los anhelos universales. En sus procesos de enseñanza-aprendizaje permea, con categoría suprema, el propósito firme de los proyectos de vida planeados para sus alumnos, y no precisamente en la imposición rectora de los principios de la ciencia para normar su conducta, sino para asegurar su destino, estimular su creatividad y promover su capacidad cognitiva. Enseñar, así concebida, no es sólo transmitir conocimientos, sino fomentar valores y desarrollar habilidades, en atención a la composición estructural del hombre (cuerpo y espíritu), pero sobretodo en atención a su particular naturaleza humana: la psiqué, noción tan mencionada y discutida entre los estudiosos, pero tan necesaria para saborear y disfrutar la vida. Hasta aquí sólo existe un ápice de conocimientos para iniciar el estudio del complejo tejido educativo o buscar las formas adecuadas para la función docente, y con todo ello, ¿todavía piensas que ser maestro es una carrera fácil de ejercer? ¿O tan sólo representa una utópica tarea que repite esquemas para sostener la vida común de las personas?

La elección profesional por la docencia implica un compromiso social y humano por la naturaleza misma que guardan sus acciones, protocolo que debe sustentar el proyecto de vida de todo estudiante desde el seno de sus estudios iniciales. No se trata de enseñar las letras y unirlas para formar palabras, ni tampoco los números para sumarlos y restarlos mecánicamente con la mente; se trata de adosar estos conceptos al proceso crítico del pensamiento con la luz universal de sus principios, para entender las formas propias de escribir y el razonado modo de medir las cosas. El buen maestro se allega a la totalidad de la persona, dice Alfonso Borrero, porque esculpe la escultura íntegra del ser, como el artista el cuerpo entero de su obra. La labor del maestro forma el todo, no las partes, porque atiende indisolublemente la integridad de la persona, en las esferas en que las dividan los contradictrorios autores del ser humano. Porque la educación es obra de la inteligencia, y también del corazón, dice el mismo autor; y creo que en este punto, los aspirantes a esta noble profesión, deben pensar en la amplia gama de palabras que deberán dominar sobre el contexto de las dos alma que se interconectan en el sutil proceso de la clase.
Para lograrlo debe existir la plena convición por el estudio, paralelo al compromiso social por la enseñaza, ambos firmes y llenos de pasión, de disciplina y renovadas formas de superación profesional.
Para tí, joven estudiante: el maestro no es el jefe que comanda, sino el amigo que comprende a su discípulo y lo conlleva a encontrarse y a construirse por sus capacidades e inteligencia.