miércoles, 17 de octubre de 2007

La competencia profesional anhelada Por Fernando Hernández Lopez

Docente es quien ejerce la enseñanza como función principal, dicen Debesse y Mialaret (1980), acción donde no hay equívocos en su escena ni en la dirección de sus propósitos. La enseñanza, en el sentido más firme por perpetuar la cultura de la humanidad, guarda un significado mayor sobre cualquier otra actividad profesional, porque conserva el valor del espíritu humano en pro de la expresión benéfica de la ciencia y el delicioso placer del arte creado para la conciencia misma de las generaciones sociales.
Bajo esta perspectiva, es importante señalar que el trabajo docente no consiste tan solo en transmitir información, ni siquiera conocimientos, sino en presentarlos en forma de problemáticas situaciones, y situándolos en un contexto donde el alumno pueda establecer el nexo entre su solución y otros interrogantes de mayor alcance. Este es un llamado de reflexión para quienes piensan que ser docente se limita a replicar conocimientos o aplicar calificaciones únicamente.
El ejercicio de la profesión docente exige, desde este marco de referencia, un doble compromiso con las generaciones humanas que atiende: en primer término y sustancialmente el más importante, se refiere al saber universal del mundo que le rodea, el saber sólido de lo que va a enseñar, el saber de la ciencia, el arte y la tecnología, sin pretender hacer del maestro el sabio que todo lo resuelve. Se trata de un saber cultural que implique las bases responsables de lo que se dice y sostiene con seguridad cuando se hable. El segundo requisito se consagra en el saber hacer, en saber realizar las tareas concretas de la enseñanza bajo el marco de los principios didáctivcos y el conocimiento integrado del complejo desarrollo humano, habilidad que se irá mejorando con la práctica docente y los beneficios de la experiencia derivada de ella.
El saber y el saber hacer constituyen per se, la fórmula esperada para lograr un trabajo profesionalmente eficiente en los términos de sus propios propósitos.
Este es uno de los pilares fundamentales para construir y fortalecer la competencia profesional anhelada en la vida de los maestros, base que servirá para valorar, en proyectos sucecivos de superación, el "saber educar" y el "saber enseñar" como parte de un proyecto continuo de mejoramiento profesional.
Ser maestro requiere, por lo tanto, de una formación completa en el ámbito de la cultura, de un saber pedagógico y de un dominio didáctico, como elementos integradores de un sólo compromiso interno y de servicio social, donde el principio filosófico del bien humano impere en todo momento, para construir un proyecto prospectivo que conduzca a renovar los modelos de vida personal y colectiva.
La competencia profesional del docente está ligada, entonces, al compromiso y acción por la docencia, al estudio y responsabilidad de la enseñanza, y al servicio y bien humano de la sociedad; binomios motores que desde su propia plataforma, guiarán la conciencia del maestro para hacer de su profesión una práctica categórica y fundamentada.

No hay comentarios: